Agile es una forma de ser, una forma de pensar. Es una mentalidad que nos permite enfrentarnos a los entornos complejos y a los cambios en un proceso natural de aprendizaje y adaptación continuo. Resulta especialmente útil cuando se necesita trabajar en equipo.
La agilidad encaja perfectamente en los entornos educativos porque la formación y el desarrollo de las clases son entornos complejos. Para afrontar la complejidad tenemos que desarrollar las competencias clave para poder afrontar los retos de este siglo se adquieren y desarrollan fundamentalmente trabajando en equipo. Estas son: colaboración, pensamiento crítico, creatividad y comunicación.
El principal valor de la agilidad es que pone a las personas y a las interacciones que se dan entre ellas en el centro. Por ello, el respeto, la confianza, la apertura y el compromiso son parte fundamental cuando trabajamos con una mentalidad ágil.
Trabajando de esta forma los alumnos trabajan colaborando para cumplir los objetivos de cualquier proyecto mediante equipos auto gestionados, consiguiente realizar más trabajo en menos tiempo a través de iteraciones de corta duración que permiten reflexionar sobre las acciones tomadas y mejorarlas a medida que se avanza para alcanzar los objetivos marcados.
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– El maestro aboca el contenido
– No se adquieren habilidades nuevas
– Es muy probable que no se retengan conocimientos a largo plazo

– Hay arrancadas y paradas a medida que los estudiantes intentan, fallan, vuelven a intentarlo y luego logran diferentes habilidades mientras trabajan para alcanzar sus metas.
– La evaluación ocurre de forma continua durante el proceso de aprendizaje.
¿Qué beneficios conseguimos?
Utilizar los marcos de trabajo de la agilidad en el educación está permitiendo involucrar de nuevo a los estudiantes y fomenta su sentido de responsabilidad e implicación. Permite que demuestren el conocimiento real de habilidades y contenidos a través de retos y actividades basados en la resolución de problemas. Además se establece una conexión verdadera entre los estudiantes, pues trabajan por conseguir unas metas comunes. Y aprenden mucho más colaborativamente de personas con diferentes perspectivas, de la diversidad.
Para los profesores la agilidad está revitalizando su propósito y quitándoles buena parte de presión. Se convierten en facilitadores del aprendizaje, en lugar de gestores de ordeno y mando.
¿Cómo conseguimos transformar un entorno tradicional a uno con mentalidad ágil?
Lo primero que tenemos que hacer los profesores es proporcionar el entorno de confianza y comunicación adecuado para que la colaboración emerja en el propio trabajo en equipo de los alumnos. Y para eso también es necesario tener habilidades de liderazgo consciente.

Pablo Rodríguez
